La capital de facto del País Vasco, al norte de España, es una de las ciudades portuario-industrial más importantes de Europa Occidental. Pero además de su gran industria, Bilbao es guardián de una de las culturas milenarias más fascinantes de Europa.
La región del País Vasco ha construido alrededor de su identidad una personalidad original, creativa, valiente e impregnada de diversas influencias. Muestra de ello es su idioma, el Euskera, tan complejo y maravilloso que su origen es un auténtico misterio. Esta lengua estuvo a punto de extinguirse debido a la dictadura que vivió españa desde los años 40 hasta mediados de los años 70, durante estos años existió una prohibición estricta a que no se hablase otra lengua autóctona que no fuera castellano.
El Euskera no tiene las mismas raíces indoeuropeas, no tiene origen conocido ni relación con otro idioma, una anomalía que ha mantenido en debate a los expertos en lingüística durante mucho tiempo. Y me atrevo a decir que todo lo que engloba la cultura vasca sigue la misma linea, su identidad es algo verdaderamente único.
Diferentes organizaciones y colectivos de carácter reivindicativo se atienden a la convocatoria. Banderas de colectivos LGTB, grupos feministas, movimientos por la liberación animal y grupos de marcadas ideologías políticas. Mensajes sociales que ondean en variedad de colores y banderas.
Cánticos, saltos y abrazos se desbordan entre el público que está cada vez más envuelto en el ambiente.
La locura se extiende por al menos 20 minutos más, al ritmo de la canciones en euskera, particularmente la de «Badator Marijaia» (Ya viene Marijaia) la canción oficial de la Semana Grande.
Pasado el frenesí, el público totalmente envuelto en una pegajosa masa comienza a desplazarse al puente y a la orilla de la ría. Allí tocaba presenciar otro de los ritos festivos bilbaínos; el clavado a la ría.
Con el Txupinazo daba inicio oficialmente la Semana Grande bilbaína. La gente se colocaba los pañuelos color «azul Bilbao» y salía a disfrutar del paseo por las «txosnas».
Las txosnas son básicamente tiendas, barras o más bien tabernas montadas al exterior con gran arte y creatividad, donde se puede comer una tapa, tomar cerveza, vino, sidra o «kalimotxo» una bebida hecha con vino y coca-cola.
Lo verdaderamente apasionante y curioso de las txosnas es que están diseñadas y montadas por grupos llamados «komparsas», que a través de mensajes y lemas fuertemente reivindicativos se dedican a crear la identidad de las fiestas.
Las komparsas trabajan todo el año para la creación de sus txosnas. Son grupos de raíz popular, participativa e integradora, que a través de la autogestión son los diseñadores del modelo festivo de Bilbao.
Habría que repasar la historia de represión, resistencia y fractura radical que ha sufrido el País Vasco durante su historia para entender su naturaleza revolucionaria. Ir en contra del sistema, abrir los brazos a la diversidad cultural, la conciencia a la diversidad sexual, son algunos de los mensajes que enmarcan la identidad de Bilbao. La bebida y las discotecas en las txosnas se extienden la noche entera y la fiesta se vive durante toda la semana. Actividades gastronómicas, artísticas, deportivas y folklóricas inundan la ciudad.
El norte de España tiene un legado especial en la historia de Europa, sus raíces, su identidad y su cultura tienen un valor distintivo ante cualquier otra región. Las fiestas de Bilbao son una buena oportunidad para conocer y profundizar en el folklore de esta sociedad.